A la llamarada del tiempo
Que quema en su incesante trascurrir que no trascurre
Mi pena se agolpa en mi presente
Hay dolor en el más ínfimo animal
En el viento y en la misma llaga que nos abraza en esta noche secular
El sol de la madrugada despierta a los criminales clarividentes de su letargo
de su inacción
saldremos a la calle con la llamarada del tiempo en la mano
con los ganchos afilados y los dientes hambrientos
y quemaremos todo lo que queda de nosotros
se escuchará el crepitar de las ultimas voces de los poetas
extinguiéndose entre el fuego de la masa estelar que baja de su ciclope, y se adentra por los oídos y las bocas de ninfas y las deja hecha cenizas
Los rayos y los planetas circulan sobre nuestras cabezas: ¡despertarán!, y el cielo rojo jalará nuestros ojos y nuestras piernas y no habrá más por que llorar: ¡la humanidad desaparecerá!
A la llamarada del tiempo
Que hace de la poesía lo que es y no es
A la furia del silencio
Que inventa el cuerpo en palabra
Que esculpe el dolor y lo extingue
Es mi grito el que despierta las almas que no son almas
el que grita sin saber que es el grito
el que escribe por que el grito me condena a decir que esta alma es mas tuya que mía
el grito y la llamarada de los astros incandescentes que descienden
el sol que se traga a si mismo a la hora del suicidio de los seres inteligentes
Cuando cae el telón de la vida para no proseguir el ritual de las aves sin memoria, de los ecos como voces de los agujeros negros que rodean mi cuerpo traslucido por morir al amanecer
Es solo poesía
Es solo un gesto de una galaxia cercana
Es un bostezo del Dios luna
Es un soplido por encender la llamarada de la vida
Por apagar con la cal de las palabras lo que arde, lo que no encuentra lenguaje dentro de mí y que jamás encontrará
Es la libertad que me otorgo por traducir lo intraducible, sobre estos pies amarillos andaré en mi próximo viaje al sol, imperecederos eternos como la mirada inexistente.
Es la llamarada de mi paz.
Febrero 2010
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