Los orígenes de mi pintura se remontan a un estado febril, intenso, destructor de patrones arraigados intrínsicamente en uno sin saberlo del todo y que aparecen destruidos como consecuencia de un maremoto mental, un incendio corporal, un tester de violencia, es decir aquella guerra que se desata en uno y toma como lugar de batalla el cuerpo mismo, la mente en todos sus grados y jerarquías lucha con las armas de la fantasía que la mente absorbe de la tierra y elabora, ella, bajo la libertad total que ha logrado conseguir con el sufrimiento autentico y tantas veces vital y necesario de la locura; un mundo; un mundo visual que solo pudo aparecer y verse en mí y tomar su espacio- antes imposible a él- luego de vencer en la guerra mas liberadora que solo puede pertenecer y pertenece al ámbito intimo de la mente, allí donde arden las ideas mas oscuras, allí donde el ojo humano esta prohibido de ver, mis ideas y sus imágenes elaboradas en mi inconciencia, una atada a la otra y en disposición irrenunciable por esa especie de vehemencia que me abarca, para salir, al fin, todas ellas expulsadas de la cárcel del cuerpo, hechas pigmento, hechas materia viva, hechas poesía muda, y vi y tuve el primer gozoso placer de estar ante el inicio de mi pintura, y supe que todo no fue vano, que locura no es en vano, que nada en la vida y las cosas que el destino le depara a uno son en vano.
Ese infinito terreno ahora mío, sobre el cual recorro cuidadosamente pero ya sin temor, es nada más que la consecuencia de romper los limites , las rejas mentales, enfrentando cara a cara y con una voluntad a fuerza de querer vivir, de querer ser a plenitud lo que soy.
Recuerdo el día delirante, día realmente delirante en que me vi nacida para la pintura, atravesaba la locura, mi campo visual, mi ojo tanto como mi mente y las imágenes que veía en la realidad, en el mundo objetivo, eran de una hermosura tal y a la vez de un terror tal, que supe que si tales imágenes llegaban a mi de tal forma, y que solo yo tenia el privilegio de gozar, de ver un mundo casi siempre imposible de ver para otros, era por que -y lo supe en ese momento- yo tenia que pintar , pintar esa poesía que caía sobre mis ojos, como una especie de premonición, y si ese mundo se me presentaba así y rompía mi ser en pedazos que luego he ido armando nuevamente, ese mundo incomprensible y surrealista que me tocaba como llamándome a la vida, como diciéndome: ¡Verónica era necesario romper las rejas, por tu don! Y un pintor es una ser clarividente y que su lucha consiste en ver mas y mas y enfrentarse a todo aquello que le impida comunicar o expresar auténticamente el mundo que ve y lo ve cuando lo pinta, mejor dicho, allí, cuando lo pinta se unen los bloques, se arma la fuerza total de una existencia, la concepción total es un hecho.
Exponer es poner evidencia lo que se ha mantenido oculto o para uno mismo, es estar conciente de una posible y cierta libre interpretación de parte de cualquier espectador, eso es lo enriquecedor en el arte, eso es lo que con mucho cuidado y atención alimenta mi pensamiento, pues la diversificación de interpretación es infinita sobre una experiencia interior que solo yo pude concebir y que sin embargo pertenece ya al espectador pues ya la imagen se materializo y tiene en potencia la virtud escondida de poder ser vista por otros.
Esa magia es la que me fascina, no la aceptación de pintura sino mas el vuelco que puedo dar desde algo engendrado por mi espíritu hacia cualquier espectador, un desequilibrio, una interrogante, un ataque a la mente, desde la mía suficientemente atacada para justamente hacer eso. ¿por qué?, por que es necesario hacer pensar, es necesario expresar o hablar la verdad de uno mismo, hacer oír el grito mudo de cada día, el grito marginado, y digo marginado porque hoy por hoy nadie o casi nadie quiere ver o oír o saber de la destrucción de un mundo occidental que poco a poco se desmorona , mi obra habla de la destrucción, desde mis fondos, del dolor, de la soledad de la búsqueda de uno mismo, de la muerte, eso que es mas verdadero y de lo cual todos lo evaden, como si no existiera, como si no se viera ante uno a cada instante, por eso mostrar el espíritu es un atentado, mostrar la verdad de uno es una atentado. Un atentado por lo demás sublime y violento.
Verónica Cabanillas Samaniego.
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